24 de enero de 2011

Un texto inédito: "Diario de ocupación"


Robo de sustancia, Remedios Varo.  Óleo sobre mazzonite, 1955.















   Cuando comienza a ulular la alarma, todos saben que deben correr a refugiarse bajo la inmensa lona que cubre el entarimado del antiguo gimnasio del colegio. Bajo el manto protector, la oscuridad es absoluta. Es difícil respirar, pero igual nadie lo hace para no ser descubierto por el oído agudo de los que llegan. La espera puede durar minutos y aun horas en total silencio, hasta que por fuera de la lona se perciben resoplidos apagados, señal de que ellos ya están allí. Es imprescindible, entonces, no sólo dejar de respirar, sino detener al máximo posible los latidos del corazón, esforzarse porque el intestino y la vejiga dejen de trabajar, hacer que la temperatura corporal descienda, porque sólo así se tendrá la oportunidad de seguir viviendo. Se siente que rodean la lona, la tironean de uno y otro lado, se dejan caer sobre ella con todo su peso. De vez en cuando se escucha un grito ahogado, y es inevitable pensar que tal vez esa sea la despedida de alguien a quien conocimos, quién sabe, aun un ser amado. El tiempo puede parecer infinito, hasta que dos silbidos cortos de la alarma avisan que ellos se han ido. Poco a poco las gentes salen arrastrándose, intentando recuperar sus funciones orgánicas, esforzándose por adaptar los ojos a las formas y colores, tocándose las manos, los pies, el rostro, para saber si están completos, mirándose unos a otros con reservado asombro. Es tiempo entonces de hacer el recuento de las bajas, encender una vela en memoria de los ausentes, y retornar a la vida cotidiana, hasta la próxima visita. 

María Eugenia Ramos
27/10/06
© María Eugenia Ramos
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