13 de mayo de 2012

Hora Nana

 (Poema en borrador)
A Eugenia Alicia Suazo Bú.
Mi madre.
Ella no teme por sus huesos desgastados y frágiles
sino por los nacidos y desprendidos de los suyos.
Carcomida, maltrecha, la casa entera, hijas y nietas
hasta los dos brotes más nuevos
penden de ella, no la dejan dormir
siguen consumiéndole el aliento
porque para ella es necesario,
no concibe otra forma de vivir
más que la vivida.
Es una de las últimas de las orgullosas mujeres
que, aun conociendo los secretos sumergidos del Ulúa,
no temieron desafiarlo
al igual que desafiaron al general Carías.
Encontró a un hombre
ni apuesto ni joven ni romántico—
que no hablaba por hablar, decía lo que hacía,
y eso le gustó a ella y lo aceptó,
se metió en su discurso y en su hacer,
lo acompañó en la Gran Huelga
y en cuanto de atrevido y bueno
y lo mucho de malo que tuvieron
en todos los años compartidos.
Dejó su casa y cuanto su madre le enseñó para seguirlo lejos
y en el país de la eternamente ensangrentada primavera
fue madre primeriza entre las bombas.
Su hija mayor sabe, aunque no pueda recordarlo,
de la falta de leche y del padre asilado
como sabe también
que toda tierra sigue siendo extraña
aun la propia.

No marcha en pos de ningún caudillo
pero sigue portando la dignidad
bajo las ropas humildes
como cuando sus hijas estábamos ausentes.

Por eso ahora no hay otra forma de servirla
que mirarla pelear a su modo en esta guerra
como siempre lo ha hecho:
terca, sabia, estoica, creadora,
sin permitirse claudicar,
Nana y nona a la vez.

Mi madre. Solo ella.
Tegucigalpa, 24 de mayo de 2011.
 (c) María Eugenia Ramos
Nana en la inauguración del Kinder "Ventura Ramos", aldea El Plan, Santa Bárbara.


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