4 de agosto de 2016

María Eugenia Ramos en 392 palabras


Cuando la Feria Internacional del Libro de Guadalajara me seleccionó en 2011 como una de "25 secretos literarios de América Latina", me pidieron escribir una biobibliografía en tono coloquial, en 300 palabras, que explicara quién soy y por qué debían leerme. Haciendo el recuento, veo que me pasé de ese número, ¡y bastante! Pero me siento muy identificada con lo que escribí, esta soy yo.

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Nací a los siete meses de gestación, en un día de mucho viento. Según mi madre, siempre fui rebelde, hasta en el hecho de nacer antes de tiempo. Cuando niña, soñaba con ser bióloga y arquitecta. Bióloga no fui desde que no pude revivir a unas pobres arañas a las que congelé en un experimento de hipotermia. Para ser arquitecta hace falta mucha matemática, y a esta altura de mi vida una de mis pesadillas recurrentes sigue siendo que debo presentar un examen en esa materia, lo cual me produce una angustia indescriptible. Pero al escribir puedo darle vida a arañas, edificios, soles y monstruos, y ese es un privilegio invalorable.

Siempre he vivido en una pobreza decorosa, si cabe el término, en la que los libros han sido los bienes más preciados. A fin de cuentas, los libros no solo poblaron mi infancia y mi adolescencia de aventuras insospechadas, sino que después, siendo editora, me permitieron ganarme el pan, y aun viajar y conocer otras gentes, otros mundos.

Tuve un padre y una madre maravillosos, firmemente convencidos de que, como decía Ernesto Sábato, leer da una mirada más abierta sobre la humanidad y el mundo. Ello me permitió no solo empezar a leer, escribir y crear a muy temprana edad, sino también ser una participante activa durante mi adolescencia y juventud en las luchas sociales de la región centroamericana. Mi poesía proviene de esta época de mi vida, de la cual me siento muy orgullosa. Sin embargo, en mis cuentos huyo lo más que puedo del realismo, porque me interesa mucho más buscar ese mundo paralelo que está allí, pero no siempre es visible.

En mi país, a pesar de que sigue siendo desconocido, de no ser por el fútbol, los huracanes y un golpe de estado en pleno siglo veintiuno, existen voces frescas y variadas que han ido construyendo un universo literario propio. Y sin embargo, pocas, poquísimas, han encontrado eco en otras partes. Por eso me siento honrada y comprometida al ser una de las voces que ha logrado, de alguna manera, romper el aislamiento. Si debe haber alguna razón para leerme, que sea la de acercarse por mi medio a mi generación y a las siguientes generaciones que, en palabras de la maestra Rosario Castellanos, practicamos “otro modo de ser humano y libre: otro modo de ser”.

(Texto publicado en el dossier del programa "25 secretos literarios de América Latina", de la FIL Guadalajara 2011.)